Europa decide nuestras vidas
Menos mal que algunos políticos de aire sensato están divulgando ese dato sorprendente de que el 70% de nuestras leyes se cuecen en Bruselas y nuestros gobiernos únicamente se limitan a desarrollarlas o traducirlas a nuestra realidad nacional.
El problema viene de que este plato apetecible -sobre todo, para los eurodiputados, cuyas prebendas, privilegios y tren de vida resulta muy poco representativo del pueblo que les vota- no deja de funcionar como una democracia indirecta. Echamos la papeleta de un partido que se integra en un grupo parlamentario que vota después para formar unas mayorías... en definitiva, que no hay cartel molón de presidente de algo. Nuestro candidato pasa a ser uno más del montón que toca poco poder, la verdad. Y así no hay forma de entusiasmar, porque al ser humano le gusta personalizar, mirarse en el héroe con nombre y apellidos para admirar sus gestas. Por mucho que el Barça encandila como mejor equipo del mundo, ¿qué sería de los culés sin poder idolatrar como se merece a Messi?
Para que el europeísmo germine de una vez en este Viejo Continente de familias poco avenidas, hay que votar un Gobierno Europeo, un poder Ejecutivo de los Estados Unidos de Europa, y buscarnos un Obama. Eso sí, que no se parezca al bocazas Berlusconi o al macarra chulapón Sarkozi.
Sólo un presidente o primer ministro elegido en las urnas, en lugar de esta rotación entre los países de la Unión Europea, que huele más a coñazo honorífico de que alguien tiene que llevar la comunidad de la escalera, podrá hacer fuerte este rincón del planeta llamado a ejercer de contrapeso al imperialismo económico yanki.
Una Europa poderosa y cohesionada puede salvar su industria de la competencia esclavista asiática, imponer reglas humanitarias universales y que los Derechos Humanos se cumplan en todas partes. Así que voten ustedes, aunque por ahora no vean el rostro de un presidente comunitario en su voto. Y no se confundan: esos que hablan de “reforma laboral” no van defender salarios dignos en China, sino que las empresas de aquí puedan dar una vuelta de tuerca para competir con sueldos igual de miserables en nuestras tierras, también en la Foia de Castalla.
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