El recién pasado conflicto de Ceuta, que ni siquiera merece tal rango porque no ha pasado de algarada, cuya única finalidad era aparecer en los medios, les ha dado al señor E. Gonzáles Pons y al expresidente Aznar ocasión de poner un auténtico huevo de los que ellos acostumbran, aunque éste es de pava; y es que reza el dicho popular que cuando el demonio no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas. Ellos han ido, han vencido y han vuelto proclamando que una visita relámpago, les ha bastado para dejar a España en el lugar que le corresponde (el señor Aznar ya lo hizo así con su participación en la invasión de Irak).
Estas hazañas, cuya contundencia y eficacia rozan el heroísmo, nos dan a los ciudadanos ciertas esperanzas de que las cosas no están tan mal en nuestro país y, si lo están, con españoles de esta altura siempre cabe la posibilidad de enderezar el camino, de desfacer los muchos entuertos que nos aquejan. Sólo habría que echarle un poco de imaginación a la cosa, para ver a nuestros héroes en el País Vasco dando solución al problema de los jóvenes que pegan fuego a cuanto les sale al paso, dar salida en Cataluña a la guerra cerril entre catalanistas y españolistas, o, lo que les coge mucho más a mano, venirse para nuestras tierras del Turia y el Vinalopó para esclarecer el ya enquistado tráfago de políticos imputados, presuntos y demás perendengues que saturan los juzgados valencianos, por no hablar del ya antañón asunto de la Ley de Dependencia, en el que andamos a la cola de las demás comunidades. O sea, que, aunque el demonio ocupe su tiempo ocioso en lo que le venga en gana, nuestros políticos, héroes o no, sí tienen cosas mejores que matar moscas a rabotazos.
Estas tácticas, de presentarse algún destacado miembro de la oposición en lugares en los que ha ocurrido algo malo, que sea motivo de titulares, siempre fueron práctica habitual en política, viene a decir: nosotros nos preocupamos por los ciudadanos más que el propio Gobierno, que ha faltado a sus obligaciones. Se hizo cuando la pantanada de Tous, cuando el chapapote de Galicia, se hace siempre, pero son tácticas muy manidas, que nos dicen con absoluta claridad lo gastados que están nuestros políticos; no viven en la realidad, sino en su realidad. Es como si los papás de ahora siguieran empeñados en decir a los niños que los bebés los trae la cigüeña o vienen de París, y esto, a la gente del pueblo llano, que vemos diariamente en la calle la realidad palpable, palpitante, que va estrechando el dogal en torno al cuello de los más desfavorecidos, los que siempre les toca bailar con la fea, nos hace sentir –no engañados, porque a nadie se puede engañar con tontunas– pero sí ofendidos y ahítos de tanto desatino y tanta vaciedad.
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