Por J. J. Fernández Cano
Nuestros políticos se nos han atascado en sus posturas y no salen del atolladero. Su discurso ha caído en un trotecillo gorrinero que siempre nos deja en el mismo sitio. Podemos se ha encastillado en su vieja teoría de que el cielo no hay que ganarlo con ruegos, sino tomarlo por asalto. Este partido mamó sus primeros biberones en las calles y plazas atiborradas de indignados por las malas artes de unos gobernantes lacayos del poder económico, prostituidos por la lacra de la corrupción en sus múltiples formas y, lo que es peor: con unas leyes hechas a su medida (que seguimos padeciendo) que los blindaban ante cualquier proceso judicial que saliera a la luz por sus millonarias e imparables tarascadas a las arcas públicas, o sea: unas medidas que propician la más alevosa impunidad. No es de extrañar que un partido salido de la revolución pacífica del pueblo llano contra dicho rosario de injusticias sociales subiera como la espuma, alcanzando en un par de años el récord de más de cinco millones de votos.
Es una verdadera lástima que los dirigentes de este flamante partido no sepan, o no quieran, aprovechar este potencial para dar a nuestro país la posibilidad de lograr ese cambio que tanto se pregona y que tanto necesitamos. PSOE (el nuevo PSOE de Sánchez, me refiero), Podemos, IU, Compromís, Ciudadanos, y algún grupo más, habrían podido formar una coalición suficiente para que ya hubiéramos salido de la orfandad gubernamental en la que aún estamos inmersos. Un trimestre después de las Generales, no es que estemos igual, sino que hemos ido a peor, todos los partidos parecen haberse retirado a sus cuarteles ideológicos y nadie parece dispuesto a ceder un gramo de sus convicciones. Los de Iglesias e IU siguen atascados en no admitir a Rivera y los suyos por considerarlos de derechas; el ala antigua del PSOE no quiere a Podemos ni a su propio candidato Sánchez; en tanto que el PP permanece al pairo, esperando que las izquierdas se devoren entre ellas. Sabe, y todos, sabemos, que las izquierdas en nuestro país siempre anduvieron a la greña, no se entendieron nunca, y si no, repasen la historia.
Todos estos ingredientes hacen un caldo de cultivo que nos lleva a unas nuevas elecciones costosas y posiblemente tan hueras como las ya pasadas. Gran parte de los ciudadanos de a pie, los no apasionados por ningún partido, comenzamos a temer, y no sin razón, que el PP nos siga gobernando a su estilo: con su bagaje de aforados, sus grandes tramas mafiosas, y su infame sistema fiscal, en el que quien más tiene, menos paga. Que Dios, la Divina Providencia o quien sea, nos asista.
La última hora parece presagiar otro desenlace, después de que Pablo Iglesias haya declarado que está dispuesto a no ser vicepresidente del futuro Gobierno, como gesto para el PSOE y también como cambio de actitud evidente, alejado de protagonismos y egos que no conducen a ningún pacto.