Por J.J. Fernández Cano
Tras un letargo de cinco años, el expresidente de nuestra Comunidad ha irrumpido en los medios como un auténtico brazo de mar. Se nos ha mostrado como un defensor a ultranza de la exalcaldesa Rita Barberá y de él mismo como adalides de la buena gestión en la Administración valenciana. Sobre todo en lo referente a transparencia y honestidad en las cuentas (añadiría yo de mi propia cosecha), pues son ya unos 15.000 millones de euros bajo sospecha los que se han colado por el negro agujero de la corrupción y los hongos no dejan de brotar en nuestro prolífico estercolero. Si a ello añadimos las costosísimas obras improductivas realizadas sin más afán que la mera ostentación, podemos hacer un cálculo (siquiera sea por encima) de los recortes que ese dineral habría evitado empleándolo en Sanidad, Educación y todo tipo de ayudas sociales que han causado pobreza a los valencianos, que veíamos con una mezcla de rabia e impotencia como, a lo largo de estos años, muchos años, demasiados años, caminaban de la mano el despilfarro y los flagrantes casos de corrupción, y la amarga experiencia de pasar de clases medias a clases pobres o incluso a ser excluidos de la sociedad.
Sí, saque pecho, señor Camps, cruce las manos y eleve sus ojos al Cielo. Ruegue a su dios que mire para otro lado, que simule no ver la realidad del nefasto papel que han representado usted y los suyos en nuestra Comunidad, propiciando con su pésima gestión que los pobres sean, además de más pobres, portadores de una deuda colosal, como no tuvieron nunca, puesto que si algo queda meridianamente claro en este turbio asunto es que si alguien ha pagado los platos rotos ha sido la ciudadanía.
Aunque el viejo dicho reza que “en todas partes cuecen habas”, bien podíamos añadir que en nuestra casa a caldera- das. No sé si nuestra Comunidad habrá alcanzado en estos tiempos el rango de más corrupta del Estado, pero sí que ostentamos uno de los puestos más destacados en el listón, lo que supone una vergüenza para el partido del PP, en el que estoy seguro que aún queda gente honesta, para la democracia en general y para todos los que queremos y respetamos a esta hermosa tierra.
Si algo se puede sacar de bueno de este culebrón político-social que ya no se sostenía es que la Justicia parece haber despertado, al fin, y está minando los pilares de este cielo ficticio en el que tantos años han permanecido endiosados quienes no merecían la confianza de los valencianos.
Y recurriendo a otro viejo refrán diría que: A cada cañada le llega su añada