Qué gusto da pegarse un garbeo por una plaza -la que sea- en que antes reposaba el busto de un dictador -el que sea- y ahora lo han borrado del paisaje. En el caso de Ibi, la pena es que con el trozo de piedra y tras las últimas reformas, la operación se ha llevado por delante también la vegetación.

Sí, en verdad hay poco espacio allí, delante de la coqueta y agradable iglesia-sala de exposiciones artísticas. También están las flores y árboles del cercano Parc de Les Hortes, pero a mí al menos me produce tristeza pasear por cualquier placita, por diminuta que sea, en la que la vista se pierda en el gris cemento.

O tal vez ha llegado el momento de -con permiso de los técnicos- cerrar esas dos calles que confluyen y crear un espacio algo florido y peatonal con continuación a la plaça de la Palla. Los automovilistas ya tenemos autovía y milyuna carreteras, quien quiera subir al pueblo, como se ha llamado toda la vida, hagámoslo a pie y, si hay que llevar compras, con el carrito. Adiós a las contaminantes bolsas de plástico.

Y para profundizar más en esta línea de centros urbanos para el paseo, más peatonales y sin humos, propondría algunas subvenciones a quienes pinten sus fachadas de colores armonizados, mediterráneos, muy pocos y escogidos por expertos con buen paladar estético. Podemos presumir de diseño gráfico en nuestra industria pujante, tenemos auténticos artistas en la comarca de la Foia de Castalla con las herramientas informáticas del dibujo del siglo XXI, y no faltarían voces autorizadas y preparadas para hacernos el cuadro de ese paisaje de casitas de nuestra provenza particular, ‘Casetes de la Muntanya’... pónganle ustedes el nombre.

Por supuesto, nada de obligaciones, que con independencia de las leyes, estas cosas cuajan mejor con gusto que a golpe de decretazo. Subvenciones y exenciones o rebajas fiscales en la contribución, por ejemplo, convencerían a más de uno para decorar el pueblo de todos con un poco de brocha artística en su balcón y sus ventanas particulares.