¿Rescate, intervención?
Llámenlo como quieran. Lo que logramos deducir los profanos en economía de altura, que se escapa un poco a nuestro limitado entendimiento, es que los europeos que aún ostentan cierto lustre, van a conceder un préstamo al sistema financiero español (que quiere decir inyectar un contenedor de euros a los bancos que anteayer, como quien dice, se repartían dividendos millonarios) para que la parodia financiera continúe representándose “como Dios manda”.
El papel que nos toca representar a los españoles es el de avalar dicho empréstito, seremos garantes de una deuda que nosotros no hemos contraído y, que los auténticos deudores, si continúan actuando como acostumbran, no van a saldar nunca. El panorama que se vislumbra en el horizonte no puede ser más sombrío, habrá trampa hasta para nuestros nietos y, por otro lado, las perspectivas de trabajo y producción –que son las que hacen posible pagar las trampas–, no pueden ser peores, el cepo es mortal: no hay producción, no hay dinero; no hay dinero, no hay consumo; no se consume, no hay necesidad de producir; un círculo infernal del que creo que nadie tiene pajolera idea de cómo romper, cómo salir.
¿Tal vez subiendo el IVA? ¿Bajando las pensiones? ¿Empobreciendo la Sanidad, la Enseñanza…?
A nuestro flamante presidente del Gobierno, señor Rajoy, que nos salía hasta en la sopa cuando estaba en la oposición, ahora no le vemos el pelo, ni siquiera para contarnos qué está pasando, y es que él sí sabe lo que está pasando, lo que no sabe es cómo arreglarlo. Ni lo sabe él, ni los demás presidentes europeos. Por eso cada cual está tirando para su bolsillo, en un sálvese quien pueda, tratando a la desesperada de sacar a flote un sistema económico-financiero que comienza a oler a cadáver. Tratando de poner parches y remiendos a una balsa cuyas grietas son cada vez más anchas.
El neoliberalismo salvaje y cerril que viene imponiendo sus reglas en, al menos los últimos 30 años, se ha ido cargando a una inmensa clase media que vivía dignamente del producto de su trabajo. La economía de alto copete, no sólo ha ganado la batalla a la política de nuestras democracias, sino que además la ha prostituido, la ha puesto a su servicio.
Quienes crean que el tan cacareado plan de ajuste consiste en apretar un poco más el dogal que ciñe el cuello de las gentes del pueblo llano, están jugando con fuego, están fabricando una bomba que podría estallar en forma de revolución social y, esto no sería bueno para nadie, porque si se repasa la Historia, todas las revoluciones se amasaron con atropellos y sangre.
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