Las palabras pronunciadas hace unas semanas por la actriz Victoria Abril sobre la pandemia llegaron a provocar una mezcla de estupor, sorpresa e indignación en toda la comunidad científica y en gran parte de la ciudadanía que ha sufrido de una forma u otra las consecuencias de esta grave enfermedad. En sus intervenciones públicas, la presentadora del 1,2,3…no tuvo ningún rubor en acusar a poderes ocultos o personajes de mucho peso a nivel mundial de ser los artífices de esta crisis sanitaria global, unos argumentos que la han encumbrado como una negacionista de primer nivel. Entre sus desbarres estuvo el envite contra la vacunación, afirmando que “nos están tratando como a cobayas”. Lejos de alinearnos con las teorías conspiranoicas de la cantante, lo cierto es la actual situación de parálisis en la inyección de la vacuna se ha convertido en el mejor aliado de los que no se creen que esta crisis es el resultado casual de una zoonosis, que no es otra cosa que el contagio de un animal a un hombre cuasado por un virus.
Lo que parecía un remedio bueno, bonito y barato llegado desde nuestros vecinos ingleses, ha degenerado una sombra de incertidumbre que va a costar eliminar en la opinión pública. Como piezas de dominó, un país europeo tras otro se han ido bajando de la campaña de vacunación de la AstraZeneca ante algunos casos de trombos entre algunas personas que ya habían sido vacunadas, sin que todavía se pueda asegurar científicamente la relación entre la enfermedad y el medicamento suministrado. Desde que se puso en circulación la primer remedio contra la Covid-19, a final de diciembre, se han ido sucediendo a serie de hechos que han frenado las esperanzas de que el 70% población en España esté inmunizada antes de que finalice el verano, lo que sería un gran alivio para remontar nuestra maltrecha economía.
Así las cosas, Europa prosigue su luchar particular para no quedarse en la cola de la vacunación con respecto a Estados Unidos, Rusia o China. La situación epidemiológica en el viejo continente no está yendo por el buen camino. De las 70 millones de vacunas distribuidas entre los estados miembros, solo se han inoculado 51 millones, por lo que a Bruselas le urge tomar decisiones. El fracaso en el ritmo de la campaña se convertirá con toda seguridad en una salida de la crisis económica más lenta y agónica.