Capellanía de los pájaros
Éramos chavales y la Capellanía, Los Pinos (así llamábamos al bosquecillo de al lado), la Serrería... todo aquel ecosistema de nuestros juegos nos transportaba al reino de las fantasías a lomos de una bicicleta y con un rifle de balines en ristre. Algunos, con vocación de cazadores, untaban de liga algunas ramas y apresaban pajarillos con un arte habilidoso que a mí me repelía por cruel con estos animalillos de escasas carnes.
Pájaros, pájaros... parece que aquellos aires siempre serán propicios para los pájaros. Me cuenta un amigo que se interesó por buscarse la vida con algún bar en esa zona de ocio que se quiere montar allí, una idea certera para acabar con los ruidos molestos de la noche en el centro urbano.
Pero, una vez más, parece que el prólogo del proceso de urbanización fue una merienda de terrenos entre unos cuantos, otra fiesta de la especulación a la que mi amigo -ni el resto de pringaos- no fue invitado.
Así que con ese filtro tan propio de nuestra lógica liberal y privada del mercado, es posible que el proyecto se quede en eso y nunca haya pubs donde tomarse un cubata junto a la carretera de Tibi, porque no resulte rentable pagar el peaje a los que se quedaron las parcelas sin ninguna intención de abrir una barra.
Y mientras el paraje sigue como erial, al PP le sirve al menos para contraatacar al PSOE con el sólido argumento del “y tú más” en los supuestos chanchullos o influencias urbanísticas. Y la cosa se ha puesto calentita, porque la empresa a la que salpica con sus acusaciones ya ha dado un ultimátum al concejal Miguel Ángel Agüera para que rectifique o lo lleva a los juzgados. Con un poco de suerte, nos enteraremos de más jugadas sustanciosas en despachos. Imagínense: sólo por la gestión y mediación en la venta de una parcela de un propietario particular, cobraron 34.000 euros. ¿Qué estamos haciendo los vulgares currantes buscándonos la vida a diario en empleos mileuristas o poco más, con suerte? Dediquémonos al ladrillo, que es lo que deja.
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