Sindicatos
En la España de hoy en día la lucha de clases ya no es lo que era, no existen un pequeño núcleo de ricos caciquiles y una gran masa de pobres analfabetos. Hoy en día lo que existe es un trabajador con un puesto fijo (sea funcionario o tenga un contrato laboral indefinido con una empresa) y un trabajador con un trabajo eventual (sea trabajador eventual o autónomo por cuenta propia). Dentro de esta gran división hay también su escala de dolor, ya que no tiene las mismas seguridades laborales un funcionario que un trabajador fijo de una gran empresa y no está igual de desamparado un autónomo que un trabajador eventual (jóvenes de primer empleo y emigrantes).
Los sindicatos cumplen una función importante como contrapeso del poder empresarial y el que ahora estén adormecidos no viene de otra cosa más de que son una casta de funcionarios al igual que la casta política que nos gobierna. Su poca representatividad (16% de la masa laboral), su apego a las prebendas del poder en forma de subvención y su cercanía a los trabajadores fijos hace que hoy en día no gocen de un gran respeto social. Hoy en día la única salida a la crisis es la productividad y el apoyo a unas empresas que entre costes salariales, impuestos y falta de crédito bancario están ahogadas y acabarán cerrando, ampliando el paro y el trabajo sumergido.
Los sindicatos deberían ver que la confrontación contra su alter ego económico, las empresas, no lleva a ningún sitio. El confrontamiento social y la lucha de clases no sirve. En estos tiempos la solución no es que todos seamos funcionarios o que la acumulación de derechos sociales recaiga en el empresario que, no olvidemos, no es una ONG sino una organización con legítimo afán de lucro. Si extorsionamos a las empresas y las ahogamos (sobre todo a las Pymes) lo único que conseguiremos será aumentar el paro.
En estos tiempos la empresa tiene que tener los trabajadores que su demanda efectiva permite y el trabajador tiene que pensar más en productividad y empleabilidad que en reclamar los derechos que merman la productividad de la empresa. La sociedad del bienestar ha pasado a mejor vida y el Estado llegará a la quiebra sino adelgaza los derechos sociales y sus propias administraciones. Solo saldremos de esta crisis trabajando y creando valor añadido a nuestras horas de trabajo. Y, ya saben, no hay Zapatero que cien años dure (ni economía que lo resista).
P.D.: me alegro saber que el bueno de Pepe Pastor está saliendo del difícil trance, en estos tiempo no nos sobran precisamente gente buena y emprendedora.
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