Todo apunta a que los designios de nuestro país van a depender de unas nuevas elecciones, que se celebrarían el próximo 26 de junio. Hace semanas que parece que algunos partidos ya están de campaña, y otros se han puesto como locos a devolver cierto dinero escatimado, como si los ciudadanos fueran imbéciles y no se olieran la tostada. Sinceramente, este tipo de incentivos camuflados de buen rollo deberían repercutir de forma negativa en quienes los promovieran, aunque no siempre es así, lamentablemente, para mayor solaz de quienes se frotan las manos rememorando aquel tema de KK de Luxe (‘Pero qué público más tonto tengo’, cantaban).
De todos modos, aún no está todo el pescado vendido y podría alcanzarse a última hora cualquier tipo de acuerdo, al más puro estilo catalán. Por muy rocambolesco que fuera, y por poco que a priori pudiera durar, los diputados deberían esforzarse un poco más, poner la cara y el orgullo a remojo para que se les reblandecieran un poco, y agarrar el toro por los cuernos. Hasta ahora, la mayoría del Congreso ha estado viendo la vida pasar, dando ruedas de prensa, lanzándose mensajitos a través de los medios de comunicación e ingresado sus buenas nóminas a fin de mes. Hay diputados que nunca se han visto en otra igual y parece que quieren exprimir al máximo sus prebendas. Todo puede pasar en los próximos días.
Sin embargo, la opción de convocar unas nuevas elecciones se nos antoja perversa. De acuerdo en que nunca antes en la democracia española se había llegado a este callejón sin aparente salida, pero los ciudadanos ya votaron hace cuatro meses. ¿Por qué ahora tienen que volver a votar? ¿Qué pasaría si nadie, absolutamente nadie, cambiara el sentido de su voto? ¿Volveríamos a entrar en este improductivo bucle, en este día de la marmota, hasta que las urnas arrojaran el resultado deseado? Por cierto, ¿deseado por quién?
No es de recibo que después de más de cien días sin llegar a un entendimiento, la pelota vuelva a pasar al tejado de los ciudadanos, como culpándoles de que el 20-D no votaron bien y ahora deben hacerlo mejor. No, señores, el problema no es de los votantes. Tal vez sea cosa del sistema, y nos hemos dado cuenta ahora; o de los políticos, que van a la suya. Pero esta situación hay que estudiarla y tomar medidas para que no se repita.
Eso sí, si al final hay elecciones, la abstención se prevé histórica. Normal, después de cuatro meses de choteo. Poco nos pasa.