Decibelios por doquier
Hasta que las cosas no se prueban, no sabe uno muchas veces cuáles son sus consecuencias reales, no las teóricas, lo que a priori pensábamos que iba a ocurrir. Parece de perogrullo, pero no tanto. Un ejemplo lo tenemos en la idea sensata de sacar la marcha nocturna del casco urbano de Ibi y llevarla a las afueras, en este caso, junto a la carretera de Tibi.
Sobre el papel, era lógico prever que se acababan las molestias para los vecinos... del Casco Antiguo, claro, porque en otros barrios como la Ciudad Deportiva o la Sagrada Familia, los decibelios se irradian ahora como nunca hasta el amanecer.
Tal vez existan recursos acústicos, barreras tipo autopista... no sé, algún remedio tecnológico con el que atenuar el chimba, chimba, porque si todo sucediera como debe, y otros garitos añadieran sus carpas a la que ya hay, las ondas sonoras convertirían el pueblo en un valle-discoteca. Animado, eso seguro, pero un infierno para los aficionados al ronquido, que también tienen sus derechos.
Aunque parece que nadie se atreve, por ahora, a echarse una hipoteca al cuello con la quimérica esperanza de servir miles de cubatas antes de empezar a contar beneficios, allá por los años de su jubilación.
Seguimos pagando peaje por estos años de ladrillazos y especulación galopante y todavía cuesta mucho más de lo que valen los terrenos donde montar negocios o edificar. Hasta que no se meta mano dura con jarabe de expropiaciones y sean los poderes públicos quienes proporcionen el suelo como bien público y necesarios, seguiremos a expensas de la codicia y el ansia sin límites del ser humano (de algunos de sus especímenes, ojo). Pero mientras sean mayoría, hay que aceptar las reglas del juego democrático y que viva el mercado ¿libre?
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