Querido Santiago:
Llevo una semana sin tener contacto contigo, como acostumbramos. Yo se la causa, porque la he vivido con mucha preocupación, intensidad y cercanía; el hecho de tu ausencia, tras tu penosa enfermedad, no se puede comprender sin tener tanta de esa fe, que ambos hemos compartido.
Quiero recordar el momento, ya hace veinte años, en que te hiciste cargo de la Dirección de nuestro querido Instituto Tecnológico. Eras un joven serio, dinámico, con la natural ambición propia de la edad, pero con unas dotes directivas y preparación envidiable, como lo acreditaba tu doctorado recién estrenado por aquel entonces. Poco tiempo después, entré a formar parte del Consejo Rector de AIJU y en el año 2000 fui nombrado Presidente y reelegido, por tu iniciativa principalmente, en dos ocasiones. Esta última circunstancia denota el grado de amistad y entendimiento que ambos pudimos disfrutar. Y es que, a pesar de las diferencias en edad, aficiones, carácter y circunstancias personales, nuestras relaciones fueron magníficas, sin que absolutamente nada ensombreciera la buenísima relación en todos estos años.
Yo tengo que estar muy agradecido a ti por muchas cosas. Marcaste tu impronta, en la dirección del Instituto, con objetivos claros y concretos. Conseguiste formar un equipo de dirección inmejorable, unido, con misiones bien definidas, pero con el común denominador de hacerlos partícipes, como cosa propia, de nuestro querido centro; prueba de ello es el hecho de que estén en activo, casi todos el mismo tiempo que tú. Trazaste con mucho acierto las diversas ampliaciones de AIJU: la Delegación de Valencia, la ampliación de los locales de Ibi, a punto de inaugurarse y la previsión de terrenos para su futura expansión. Conseguiste una estabilidad económica envidiable y alcanzaste una masa social de casi 600 empresas y 70 empleados, todos ellos implicados y con muy buen ambiente. Y de manera personal, pude constatar en tantísimas visitas de ilustres personajes, en reuniones con los demás institutos y en el trato general, el respeto y admiración que alcanzaste, de manera personal y para nuestra organización.
Solo me resta decirte que, en la CASA GRANDE, donde seguro te encuentras, recuerdes el enorme aprecio, respeto y cariño que dejas en los que te hemos conocido. Personalmente mostrar mi mayor consideración y apoyo a tu mujer, tus dos jóvenes hijos, padres y hermanos. Un fuerte abrazo para siempre.