Todo por la patria... chica
Tras haber escuchado –a través de la radio municipal–, las ‘meditadas y profundas’ disertaciones de la alcaldesa de Ibi, sobre la, (según ella) deplorable labor que vienen desempeñando los partidos de la oposición en nuestro municipio, en las que asegura que dicha oposición está compuesta por: «un batiburrillo de socialistas, comunistas y, un tercer ente que, por no tener, ni siquiera posee carta de denominación», me viene a las mientes alguno de los floridos discursos del concejal, señor Agüera (hace algún tiempo) a través de este mismo medio radiofónico, en el que afirmaba, machaconamente, que cuando entró a gobernar su partido, tanto el pueblo como el Ayuntamiento, estaban hechos unos zorros. Todo inducía a pensar que, antes de llegar la mano redentora del PP, nuestra villa era una tribu de salvajes que comíamos carne cruda y adorábamos al dios Baco.
Basándonos en ambas declaraciones, formuladas por la alcaldesa y su segundo de a bordo, es fácil llegar a la conclusión de que nuestro pueblo pide a gritos unas medidas tan drásticas como la gravedad que el caso requiere. Ello podría consistir –si se me permite la sugerencia– en despedir del Excelentísimo a todos los que componen la oposición, ese batiburrillo de rojos e indocumentados ganapanes, cuya única ideología es cobrar un sueldo que nunca ganarían sudando la camiseta junto a una máquina de plástico; esto podría gestionarse a través de burofax, que les hiciera saber que están todos despedidos, sin apelación posible, como se ha hecho con la gerente de Promoción Económica, Promoibi, Victoria Granda. (Los motivos de tal despido aún no los conozco, quizás se deban a que Victoria es una jovencita bisoña, recién salida del cascarón y sin experiencia en asuntos administrativos…).
Basándonos en los 90.000 euros que cuesta la indemnización de la señorita Granda, esto supondría un pico, pero teniendo en cuenta los años que el PP lleva regenerando las arcas municipales, éstas estarán llenas a rebosar y, una vez los del partido en el poder, libres del lastre que supone una oposición que no deja de incordiarles pidiéndoles cuentas de las gestiones que se desarrollan en el consistorio, con el único objeto de luego chivárselo a los ciudadanos (¡qué cotillas, oiga!) y siendo un partido único, los redentores podrían gobernar a sus anchas y, a este movimiento le faltaría un pelo para alcanzar el rango de glorioso.
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