La muerte (nuclear) tenía un precio
Poderoso caballero, Don Dinero... desde luego, a la vista del debate demencial en media España para ver quién se agencia el camposanto radioactivo. Yo se lo regalaba a alguno de esos pueblos que han votado con entusiasmo en plan “Nuclear, sí, por supuesto... nuclear, sí, cómo no”, aquello que cantaban con ironía Aviador Dro y sus obreros especializados. Pues eso, que les montaba el chiringuito atómico que han pedido, pero gratis total.
Como los partidarios se han desgañitado dando argumentos de que los bidones de esas guarrerías industriales son inocuos, pues a comérselos sin contraprestación económica. He oído a cantamañas burlarse con que “no nacen niños con tres cabezas” por tener cerca un almacén de estos.
Entonces, si la cosa resulta de lo más sano, como montar al lado de caso un vivero de florecillas silvestres aromáticas, ¿por qué aflojan esa millonada a quienes tragan? ¿y por qué en otros países más nucleares que nosotros (los muy estúpidos) se llevan esta inofensiva mercancía a las profundidades de los océanos y no saben dónde esconderla?
La experiencia de Chernobil y ese mal fario que da notar como a nuestro alrededor cae tanta gente por cáncer, cada vez más, no está sirviendo de mucho. Tampoco las subidas de la factura de la luz, que tendría que bajar o mantenerse, ya que se autoriza a seguir con las centrales nucleares, esas que nos dan la energía tan barata (cuando ya están montadas y sin contar los gastos de mantenimiento, parones y averías, claro). Como cuando bombardear Irak era cosa de tener el petróleo y la gasolina más baratos. Ya. No ha dejado de bajar de precio desde entonces.
No sólo Garoña, ZP, hay que echarles el cerrojazo a todas, que en España ya nos encienden más bombillas las molinetas de viento y las placas solares que los reactores atómicos asesinos. Busquen las estadísticas, que están publicadas.
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