El lujo de la guardería
Como siempre viene bien explicar en qué se diferencia la derecha de la izquierda políticas, nada mejor que echar mano de la realidad (dura) de cada día y ver cómo toca el bolsillo, y sobre todo a quién. Cuando yo llevaba pañales, allá por la década de los 70, antes del cole estaban los parvulitos. Qué nombre, ¿eh?
Entre los cuatro y los seis años, los xiquets empezaban a socializarse (ojalá, en el sentido amplio del término) y aprender, aunque a esa edad era jugar y poco más, lo que tampoco está mal.
Ahora que uno de los sueldos de la casa suele zampárselo la hipoteca, la mayoría de mamás tienen que multiplicarse y añadir al trabajo de ama de casa otra ocupación fuera. ¿Pero cómo? Nuestra Generalitat, tan liberal ella, ha optado porque esto de las guarderías es mejor que lo gestionen empresas privadas. Por eso, hay pocas escuelas infantiles públicas, con listas de espera, claro, y prácticamente las copan las familias inmigrantes y las que pueden justificar con papeles que los fines de semana sólo se pueden pagar homenajes en el Mcdonalds. Dicen los del PP que ellos apuestan por el bono o cheque escolar para escuelas concertadas, pero me cuenta más de uno que ahora paga lo mismo, porque se conoce que en la escuela infantil han subido sus precios, y se quedan ellos con la ayuda oficial. El negoci és el negoci, sempre. Pero con modernidad y todo privado.
En Onil tienen, al parecer, una de las pocas “aulas de gateo”, es decir, las especiales para bebés de entre cuatro y nueve meses de edad. En toda la provincia sólo hay también en Elda y Orihuela, además de la que tienen los colivencs, según denuncia UGT.
O sea, que si la mamá se ha cogido la baja maternal con el parto, cuando a las 16 semanas se le acabe lo de cobrar paga, o encasqueta a su criatura en casa de los abuelos, se busca canguro o paga a estas estupendas escuelas infantiles, que en algunos casos la cosa sale por más de 300 euros al mes. O no vuelve a su puesto de trabajo.
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