Oficios perdidos
Cuentan que fue Dios, el dios que según dicen hizo el mundo, quien condenó al ser humano a ganarse el pan con el sudor de su frente, tras el fracaso del Paraíso Terrenal, en el que al parecer, cada cual vivía como le venía en gana y para cubrir sus necesidades sólo tenía que alargar la mano.
La expulsión del Edén puede que fuera la primera calamidad social que sufrió el que se llama a si mismo Rey de la Creación, pues, a partir de entonces, la cosa ya no se limitaba a comerse el pescado ya enharinado y frito, sino que además, había que idear la forma de pescarlo. Ahí fue, posiblemente, donde el “más listo” de los seres puso en marcha la máquina de pensar y, podría decirse que supuso el origen de los oficios, que comenzaron por la pesca, la ganadería y la agricultura, oficios que durante milenios, fueron la base de la economía mundial. Más tarde vendrían la minería y la industria, donde el hombre, con sus ingenios, producía más con menos esfuerzo físico, así como la elaboración de máquinas de matar, llamadas armas, “un gran paso en el progreso” que nos permitía matar más gente en menos tiempo, un inestimable avance que nos sacaba, al fin, del rudimentario método de la quijada de burro o el estacazo.
Todos estos oficios están en franca agonía, nadie quiere ser pastor, la agricultura no hay quien la quiera (y con razón) y de la minería ni les cuento, ya lo hacen la “tele” y otros medios diariamente. Ni siquiera el negocio de la guerra les resulta rentable a las potencias que orquestan las contiendas; miremos las guerras del Golfo y Afganistán…
El negocio del futuro está, sin duda, en la búsqueda del paraíso, no del Terrenal de Adán y Eva, sino en el paraíso fiscal, fiel guardián de capitales amasados, los más de ellos, con métodos poco claros, pero que suponen –y esto admite pocas dudas– la sangría de muchas economías, y por consiguiente, la pérdida del pan de los más pobres, que, por no tener, muchos ni siquiera tienen la oportunidad de cumplir la maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de su frente, por que no encuentran dónde. Por lo aquí expuesto se tiene la sensación, o al menos yo la tengo, de que se está estableciendo un nuevo orden mundial en el que los que tienen ocasión y malas entrañas, a través de la política, puestos administrativos o negocios turbios, amasan grandes fortunas recurriendo a los métodos que sean y los guardan en los ya citados paraísos, con el fin de asegurarse la abundancia eterna, o sea, El Edén y, quienes no tenemos, ni aspiramos a tal privilegio, que somos muchos, los más, pues… que nos den.
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