50 años de Salesianos
Yo estuve 8 años de mi vida viviendo dentro de las aulas y de la filosofía vital de los PP. Salesianos de Ibi. En aquellos tiempos era un colegio de pago y para chicos exclusivamente. Sólo venían las "chicas de las monjas" cuando por San Juan Bosco, el 31 de enero, ponían películas para que las pudiéramos ver los educandos de ambos colegios debidamente separados por sexos. Ya saben que la oscuridad ampara el peligro aunque se tengan 8 años.
Todos los que vivieron aquella época, finales de los años 70 y principios de los 80, recordarán a un salesiano muy especial, el "consejero", que tenía una muñeca excepcional para pegarnos en la cabeza con el rabito de la campana que tenía para imponer el orden en el patio. Una vez, viendo las "filminas" (diapositivas) de Don Bosco una voz en off decía: "Don Bosco luchó toda su vida contra los castigos físicos y no creía para nada en aquella frase que decía que la letra con sangre entra". Ante esta deslumbrante afirmación un alumno, amparado en la oscuridad, dijo: "Don Bosco no pegaría pero anda que el consejero no nos da con la campana". Éste sacó la mano a pasear, con su muñeca digna de Kobe Bryant, gritando "¿quién ha sido?, ¿quién ha dicho eso?". Y en veinte segundos ya había repartido estopa a los que tuvieron la mala suerte de estar en la fila que tenía más cerca. Cosas de la época.
Eramos afortunados porque disponíamos de instalaciones deportivas colegiales de las que no disponían ningún otro colegio del pueblo y hasta que se hizo el Polideportivo Municipal los partidos del Teixereta de la época se jugaban allí. Otra ventaja que teníamos era que disponíamos de una escuela profesional, en paralelo a la que tenía la fábrica Payá. Algo muy propio de la cultura de Don Bosco.
Teníamos nuestros rituales como el pórtico cuando llovía en el patio, la formación de filas y el reparto nervioso de campanazos mientras éstas se formaban, la recogida de inacabables piedras del campo de fútbol, el castigo a dar vueltas alrededor del campo de fútbol, las fiestas de Don Bosco y María Auxiliadora o las furibundas bajadas del cerro de Santa Lucía hasta el patio de las monjas chillando como mamelucos a punto de ser castrados.
No quiero cerrar este artículo homenaje sin recordar a Vicente Gisbert, profesor nuestro durante muchos años y famoso por ir en mangas de camisa en el más crudo invierno y sin recordar a Don Ricardo, de pasado legionario y con un entrañable sentido del humor, al que no le hacía falta pegar para imponernos respeto.
Si somos nosotros los que nos vamos haciendo en lucha con la vida, ellos y otros como ellos nos dieron armas para caminar y entender la vida. Ninguno de los que allí estuvimos lo olvidaremos nunca. Ni los olvidaremos.
P.D: Siguen los plenos municipales cada vez más tensos y descontrolados. Y sin retransmitirse por televisión para el común de la ciudadanía que les vota y les sufraga una tele que es sólo "pan y circo" como en el tiempo de los césares romanos.
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