Agüera, el ‘Ángel’ caído
José Manuel Solano Andreu
Tengo un grato recuerdo de mis primeros años como director de Escaparate y la especial amistad que me unía a Miguel Angel cuando colaboraba de forma habitual aquí. Junto a él se encontraban otros magníficos profesionales, y mejores personas, en un proyecto que gateaba en sus inicios. Eran momentos difíciles donde Escaparate empezaba a tomar forma como medio de comunicación independiente, y que tenía entre sus metas la participación, la pluralidad de ideas y la objetividad enmarcados como principios democráticos y de libertad de expresión. Los noventa fueron una etapa donde Vicente García y sus muchach@s dominaban la información pública y política. Pero Escaparate estaba ahí. Algunos de los que todavía mantienen sus asientos en nuestro excelentísimo (Santoyo y Nicolás), ya iniciaban sus primeros pinitos como escribientes, tocando las narices al sistema oficial establecido, cobijados por este medio, el único que permitía ir contra el establishment. Eran años de rebeldía, de farolas, de vallas, de abusos, de tocaduras… Y allí estábamos para contarlo. Y llegó el cambio. Las municipales de 2003 volcaron la tendencia en favor de populares y un incipiente Nicolás Martínez que finiquitaban veinte años de soberanía socialista en Ibi.
Recuerdo también, con cierta ilusión, cómo mi también expupilo de básquet, Miguel Angel Agüera, junto con su inseparable compañera Mayte Parra, cogía las riendas de un consistorio deteriorado por tantos años de desgaste, demasiados para cualquier opción política. Una ilusión que compartíamos en este medio para que las cosas cambiaran a mejor. Pero el tiempo es el más valioso barómetro para medir resultados e ilusiones. Los años, las mayorías absolutas, las trampas, las víctimas y sus verdugos han ido marcando una desastrosa y triste etapa pseudodemocrática que empieza a tocar a su fin.
Heme aquí contando esto, días después de escuchar unas lamentables, incoherentes y mezquinas palabras de alguien al que, sinceramente, no guardo rencor alguno por ninguna de las experiencias vitales compartidas. No he tenido más remedio que apaciguar mi espíritu cuando mi cuerpo me pedía todo lo contrario al escuchar esa especie de patético monólogo-discurso, pésimamente guiado, en una emisora pública de la que no me siento muy satisfecho. Porque se repite la historia. La misma de siempre. Porque los ciudadanos tenemos derecho a recibir información, claro que sí. Pero también tenemos derecho a recibirla de nuestros máximos representantes con la garantía de que sus palabras son francas, sinceras y respetuosas hacia los que mantenemos sus sueldos.
Los acontecimientos del lunes, con la detención y el registro de los domicilios del exedil Agüera confirman no sólo la noticia que adelantó este periódico el viernes anterior, sino la catadura moral de alguien que es capaz de atreverse a decir tantas animaladas en tan poco tiempo. La historia se repite. La soberbia y el poder acumulado en estos años rebosa prepotencia por los cuatro costados y elevan la incapacidad, la torpeza, la mentira e inutilidad pública manifiesta a cotas difícilmente superables. A mi ex, descanse en paz (políticamente, claro).
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