Por José Luis Fernández
En Escaparate estamos de cumpleaños. Yo me incluyo aunque ahora no participe más que como un satélite en órbita, que pasa cada dos lunas por estas páginas, pero también me lo concedo porque estuve casi en la génesis de la cosa, cuando estas hojas volanderas todavía estaban en pañales y empezaban a dar sus pasitos como un periódico, en aquellos principios de los 90, todavía como publicación quincenal.
No dejen de leer para pasar página, que no les voy a brasear con batallitas. Tan solo quería hacer un alegato al periodismo cañero, el que al final tiene más aceptación, como ha demostrado modestamente la redacción de Escaparate y -salvando las distancias, nunca mejor dicho, Jordi Évole con su programa televisivo 'Salvados'-, entre otros profesionales. ¿Exagero? Los más veteranos recordarán cómo se enconaron las relaciones con el PSOE ibense de aquella década, un “romance” igual de apasionado que ahora con el PP. La explicación hay que buscarla en que, tarde o temprano, a quienes permanecen en el poder mucho tiempo les molesta la información.
Ya entonces pregonaba yo que un periódico tenía que ser siempre la voz de la oposición -fuera cual fuera el partido gobernante-, de los críticos de la sociedad, para ejercer de válvula de freno frente a quienes gestionan las arcas públicas, que suelen acabar cayendo en las tentaciones.
Los paralelismos entre lo que hacen los representantes de unas siglas y las otras, protagonistas de este nefasto bipartidismo político, los vemos con un simple ejercicio de memoria. Independientemente de si en los juzgados la cosa no llega a aclararse, hace unos años pagamos con dinero de todos unas estupendas farolas que costaron un riñón, y más recientemente nos hemos mercado unas butacas para ver el teatro no menos maravillosas. La historia se repite, con pólvora del Rey siempre se dispara sin escatimar gastos, cuanto más suba el presupuesto, más margen para la duda, la nebulosa... Solo nos queda el consuelo de contarlo, en democracia, que al menos se sepa. Y eso tiene un precio: el buen rollito con la Alcaldía no es eterno, ni mucho menos.