Las negociaciones que deberían desembocar en la investidura de un presidente para el Gobierno de España pintan bastante mal; y el inmovilismo de todos los partidos no facilita las cosas. Todo está como estaba antes de las elecciones: el PP ha ganado en las urnas pero no cuenta con suficientes apoyos en el Congreso de los Diputados para que Rajoy abandone su interinidad y repita al frente de la Presidencia; el PSOE, o más bien el sector sanchista, se repite más que el ajo con su ‘no es no’ pero no da ni un paso al frente ni un paso al lado, emulando al perro del hortelano en versión hemiciclo; Unidos Podemos quiere pero no puede; y Ciudadanos ni quiere ni puede (bastante hace con mantener el tipo).
Rajoy peca de ingenuo en su insistente empeño de formar una gran coalición entre PP y PSOE porque, al igual que el agua y el aceite no se pueden mezclar, ni los votantes ni muchos dirigentes de PP y PSOE verían bien este forzado pacto antinatura entre quienes han sido, son y deben seguir siendo oponentes políticos.
Descartada esta opción, por razones obvias, la siguiente sería que los socialistas dieran su brazo a torcer y reconocieran humildemente que debería formar gobierno el partido que ha ganado las elecciones, pasando el PSOE a encabezar una ferrea oposición en el Congreso, fortaleciéndose de cara a las siguientes elecciones nacionales, donde intentaría recuperar unos resultados que en cada cita electoral han ido cayendo en picado.
Para este segundo escenario plausible, los diputados del PSOE deberían abstenerse en la votación de investidura de Rajoy, porque, si votaran en contra, de nuevo se entraría en un dique seco sólo solucionable con unas terceras elecciones, donde habría una abstención de tres pares de urnas y muy probablemente el PP obtendría los votos necesarios para formar gobierno sin tener que contar con nadie. Y se acabaron las tonterías, que diría aquél.
La tercera opción sería que, a la hora de votar, se diera en el Congreso una conjunción planetaria que hiciera que se ausentaran, por enfermedad, indisposición, despiste o incontinencia urinaria, los diputados socialistas necesarios para que Rajoy pudiera ser investido. En España nos va tanto el cachondeo que muchos apuestan por esta opción como la más probable.