No es ésta la primera vez que en nuestra comarca se han dado casos de envenenamiento de animales, sobre todo de perros y gatos, por parte de gente sin alma que pierde la calma cuando estas mascotas ladrán más de la cuenta o dan rienda suelta a sus esfínteres en cualquier parte sin que el oloroso regalito sea recogido posteriormente por sus respectivos dueños.
Ahora han vuelto a darse casos por la zona del Alamí, en Ibi, donde parece ser que alguien puso un potente veneno envuelto en grasa animal para que resultara un irresistible manjar perruno y fuera ingerido por los canes a las primeras de cambio. El resultado: muerte fulminante de al menos dos perros, aunque podrían darse más casos y, por lo tanto, convendría que los dueños extremaran las precauciones, por ejemplo poniéndoles un bozal a sus animales para que no puedan llevarse nada a la boca, ni con veneno ni sin él.
El problema de fondo de esta actitud tan extrema tomada por algún vecino viene de lejos y tiene fácil solución: ya que los animales carecen de raciocinio, han de ser los dueños quienes se preocupen de que sus mascotas no molesten al prójimo, ni con sus ladridos, ni con su comportamiento, y mucho menos con sus heces.
Los ayuntamientos facilitan el trabajo, colocando pipicanes y repartiendo bolsas para recoger las caquitas; incluso se ponen más serios y anuncian multas ejemplarizantes, que en pocos casos se ponen al no coger casi nunca in fraganti al dueño incívico y maleducado.
Así, también deberíamos ser los propios vecinos quienes afeáramos la conducta de estos personajes y diéramos parte a las autoridades competentes, porque por culpa de unos cuantos, que se niegan a doblar el lomo para recoger las cacas de sus ´mejores amigos´, otros pueden ver cómo su animal muere envenenado. Que no paguen perros justos por dueños pecadores.