Por José Luis Fernández Rodrigo
Espero que el debate político en la presente legislatura suba un poco de nivel y nuestros representantes de la soberanía, bla, bla, bla se fijen en más detalles aparte de si un diputado luce rastas o una diputada entra en el hemiciclo con su bebé. También molesta a más de uno que el alcalde de A Coruña recibió a dos altos oficiales -uniformados ellos con sus mejores galas y galones- en pantalones vaqueros y camisa remangada, ni rastro de corbatas ni traje, como la gente de bien, claro. Todos estos mindundis enemigos de la “elegancia” son de Podemos, claro, quiénes si no...
A Celia Villalobos no le importa lo de las melenas rizadas siempre que no le peguen “piojos”. Qué graciosa es, esta mujer. Debería cuidar su lenguaje y sus modales, en vez de preocuparse del champú ajeno, que ya la calamos cuando gritaba “coño” sin parar a su chófer oficial (¿sabe conducir?, pues podría llevar ella el volante?) porque se iba del trabajo la última y, por lo visto, tenía mucha prisa. Y cómo olvidar su perorata -muy digna, esta dirigente del PP- a Pablo Iglesias defendiendo que los casos de corrupción a quienes más “jode” es a sus compañeros de partido. ¡Ja! Si tanto les escuece, lo que hay que hacer es expulsar, echar a los sinvergüenzas a la calle, en vez de mirar para otro lado o darles ánimos cuando están en la cárcel. Ahora tenían una buena ocasión, el último caso de mangoneo en las filas populares que está “calentito”, el de su diputado Pedro Gómez de la Serna, que al final se ha ido él, no sé si por vergüenza torera, pero el caso es que ha pedido la baja. Tampoco el gesto le honra, porque después de saberse que se había embolsado comisiones sustanciosas -la última investigada se cifra en más de un millón de euros- todavía tuvo el cuajo de presentarse como candidato en las últimas elecciones generales. Y la banda de Rajoy se lo permitió, que eso tiene más delito...
Mientras, eso sí, a la derecha le parece intolerable que un político no vista de traje tipo Emidio Tucci. Fundamental. En nuestra era de la imagen, todos muy bien maqueados y con maletín, ya sabemos para llenarlo de qué.
Empezaron descalificando a todo el fenómeno “coleta” con un argumento que ya estaba en esta línea, también de peso: Pablo Iglesias se compra la ropa en el Alcampo.
Y su compañera Carolina Bescansa ha cometido la osadía de llevarse a su retoño al escaño y hasta -dicen- que le dio el pecho allí mismo, rodeado de sus Señorías. No soy el primero que lo digo, pero seguro que si vemos esta estampa en un Parlamento de Finlandia, Suecia o algún país nórdico, hasta nos sorprendemos de lo “avanzados” y libres de prejuicios que son nuestros vecinos del Norte. Pero, claro, eso de que se le ocurra a una “bolivariana” de estas de Podemos... cómo vamos a comparar. Yo no habría llevado a mi hijo allí, pero por si se le pega alguna cualidad o aptitud de más de un caradura de los que pulula por allí, algunos viviendo del dinero público años y años, legislatura tras legislatura, sin más oficio que saber maniobrar bien en su partido para pronunciar en el momento adecuado “¿qué hay de lo mío?”