Moisés Aparici Pastor, escritor
En memoria de César Manuel Romero Bornay
Señores, ha muerto un periodista, un amigo, y su pérdida nos llena de tristeza inconsolable. Florece el silencio y podemos percibir la fragancia de su alma. A diario hay gente que muere, es cosa de la propia vida que se renueva, y así lo aceptamos, pero cuando quien pasa a mejor vida es alguien a quién queremos, alguien a quién no toca, la cosa cambia, no hay normalidad que nos aporte consuelo, sentimos esos sentimientos que nos producen un nudo en la garganta.
Ha muerto un hombre bueno, nuestro amigo y compañero César Manuel Romero Bornay, de corazón inagotable, con fuerza de determinación en cuanto emprendía. Ojos diáfanos, cara de niño bueno, luchador nato, el mismo que hizo frente a la penalidad durante más de un año, luchando primero por su vida, y luego por recuperar su esencia y condición como persona. Su sonrisa resultaba complacida, al igual que su caminar alegre y confiado. A decir verdad, su sonrisa bailaba en su rostro, así era él, un hombre feliz entregado a su familia, amigos y trabajo.
La vida amanece cada día, de manera que también la muerte nos es consustancial a la vida. Y siempre recordaremos a César Manuel en su cara fresca y pletórica, el aroma de sus recuerdos presidirá, perfumará el entorno de nuestras vidas. Es como si los ecos de su vida reverberasen en nosotros tras su partida. Tal vez por eso, es que tras la pena que nos atenaza, comienza a aparecer la serenidad. Recordarle nos rememora ternura, y hasta podemos escuchar su voz peculiar llena de vida, lo mismo que su optimismo y agitación contenida.
Creo, sinceramente que, aunque cuando más me relacioné con él fue durante mis quincenales visitas al hospital, el beneficio de la perseverancia le presidía. Nunca se dejó fundir con el entorno hospitalario. Luchaba por salir adelante, y aunque había momentos en que la enfermedad le mostraba distante como la luna, no era alguien que le aullara, no estaba solo, toda la atención y amor de sus abnegados padres le presidieron muchos meses, mañana y noche, sólo el caos provocado por este Covid 19, les impediría por razones de prevención y contención contra el virus, seguir atendiéndole con asiduidad.
La partida de César Manuel Romero Bornay, nos ha descolocado a todos aquellos que creíamos en su constante y paciente recuperación, poéticamente queremos creer, que se fundió como el alba al amanecer, entre los sonidos del nuevo despertar. Quizás por ello es que nos quedamos con los pensamientos felices de sus recuerdos. En fin, que la vida amanece cada día con su pasmosa naturalidad, y ese aire natural nos infunde fortaleza. Es él, nuestro amigo César Manuel, también cuando la lluvia asaetea nuestro entorno, y nos dejaremos mojar de sus gotas de vida y aromas de esperanza. Que nuestro marasmo de buenos deseos para César Manuel, no decaiga. Descansa en paz, eres un alma libre, bate las alas de tu libertad.