Tras el cambio de color político en el Ayuntamiento de Castalla (se ha pasado del azul gaviota de antaño a un violeta, morado o así, que es el color que se obtendría de mezclar el rojo con el azul), el nuevo grupo de Gobierno se está encontrando con ciertas sorpresas no demasiado agradables.
La última tiene que ver con el Auditorio, inaugurado a bombo y platillo por parte del olvidado y olvidable Francisco Camps a finales de 2008, a pesar de que aproximadamente la mitad del presupuesto corría a cargo de la Diputación (no de la Generalitat) y del resto del desembolso se encargaba el Ayuntamiento.
Pues bien, ahora, después de tres años, la empresa constructora Ecisa se ha puesto en contacto con el Consistorio para reclamarle la última factura de aquellas obras, que asciende a 60.000 euros y, al parecer, no se pagó en su momento. Tres años después, insistimos, cuando los intereses de demora ascienden a 105.000 euros, la constructora reclama lo que, supuestamente, es suyo.
Habría que preguntarse los motivos de que, precisamente ahora, con un gobierno nuevo y opuesto al que había, se solicite el pago con tanta premura. Sean motivos políticos, económicos, o un poco de todo, no es de recibo esperar tanto tiempo y dejar que los intereses prácticamente dupliquen el importe de la factura.
Ahora, con la economía en rompan filas, sólo faltaba esta nueva sorpresa, que la alcaldesa, Maite Gimeno, y su equipo, están estudiando y verán cómo solucionar, aún perplejos con el impago y los intereses, algo que desconocían y con lo que van a tener que lidiar.
Más sorpresas en Castalla, en breves pinceladas: el dinero del Plan Camps no llega y ha habido que abrir la calle Mayor con las obras sin terminar; el proyecto del IVVSA en el casco antiguo ha suscitado interés cero y se ha desechado. Y, por último, este año se cobrarán las consumiciones gastronómicas en la fiesta del 9 d´Octubre. Suma y sigue.