El río suena
Vuelven a oírse campanas que anuncian posibles reajustes en el sistema de pensiones a no muy largo plazo y, la experiencia nos dice que reajustes, no quiere decir, precisamente, que se plantea la conveniencia de ajustar las pagas de los jubilados a sus necesidades para subsistir, sino que pueden tener problemas para continuar percibiendo lo ya conocido. El desplome que viene sufriendo el empleo se traduce en drástica disminución de ingresos y las previsiones para cubrir las pensiones de los jubilados no están –al parecer– tan garantizadas como prometían los Pactos de Toledo.
Esto de andar para atrás como los cangrejos (en lo que a economía se refiere) no sabemos cuanto habrá de durar, esperemos que no tanto como para que lleguemos al extremo de que viejos y discapacitados no puedan percibir, o perciban esquilmadas, sus ya escuálidas pensiones, puesto que si llegáramos a esa situación, podría afirmarse que nuestro país, no ya está al borde del abismo, sino que se despeña por él sin remedio. El tremendo error de este asunto es que pretendan inculcarnos que las pensiones habrán de depender de las cotizaciones de los trabajadores en activo, cuando en realidad, lo que le pagan al jubilado es el fruto de las cotizaciones que ha venido aportando a lo largo de su vida laboral, así, en función de la cuantía y duración de ese periodo, el Estado está comprometido, endeudado con el cotizante, una vez éste ha cumplido su etapa laboral. Cualquier otro carácter que pretendan darle no se sostiene porque no hay razón que lo justifique.
Los augurios del Gobernador del Banco de España merecen calificarse cuando menos, de imprudentes, puesto que, aunque hubiera fundados motivos para abrigar estos temores, no beneficia a nadie difundir la semilla del miedo en estas personas que, tras haber culminado una vida de trabajo y sacrificios para sacar adelante a sus hijos, ahora comparten, en muchos casos, su humilde techo y su todavía más humilde paguita con alguno de estos hijos porque se ha quedado sin trabajo y el banco se ha incautado de su piso por no poder pagarlo. Pensemos que, antes de tocar las pensiones de los viejos, tendrían que podar el costosísimo y colosal aparato burocrático que nos administra. Y, dicho sea de paso, el comportamiento de la banca en estos tiempos de agobio, no merece calificarse, precisamente, de ejemplarizante.
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