La situación política en Ibi sigue revuelta y no parece que, de momento, vaya a calmarse. Mientras se suceden los registros y peticiones de documentación para intentar desenmarañar el embolao que, al parecer, nos ha dejado el ínclito Miguel Ángel Agüera, los grupos de la oposición siguen con las pilas bien cargadas, incluso con energías renovadas, para ver si es posible un cambio en la Alcaldía que desbloquee Ibi y lo saque del ostracismo en el que se haya inmerso, con una cabeza visible que no tiene la ídem donde tiene que tenerla, ni en Ibi ni en Valencia, ni chicha ni limoná, ni comiendo ni dejando comer y votando las cosas al buen tuntún. Si por ella fuera, la costa valenciana ya se podría ir preparando para albergar cuantas prospecciones petrolíferas fueran necesarias.
De todos modos, el último episodio de este teatrillo surrealista en que se ha convertido el Ayuntamiento de Ibi y su entorno lo tenemos en la destitución de Ana Sarabia por parte de Juan Valls. La exconcejal del Partido Popular consiguió en las pasadas elecciones, gracias a sus fans, que el CDL por fin accediera al Ayuntamiento, si bien representado por Juan Valls, quien, inasequible al desaliento, se acabó llevando el gato al agua y vio así cumplida, al menos en parte, una de sus sempiternas ilusiones. Para ser alcalde hacían falta un porrón más de votos, pero al menos consiguió ser concejal.
Sin embargo, después de un año siendo la llave y la bisagra, Juan Valls se ha venido arriba y ha echado a la persona que, no nos engañemos, le metió en el Ayuntamiento. El portavoz del CDL aduce que ha perdido la confianza en Ana Sarabia y no disimula su malestar por los presuntos coqueteos con el PP de su ya ex secretaria de grupo.
La decisión está tomada y no ha gustado a muchos, posiblemente porque esos flirteos con el PP que a Valls tanto le desagradan también han sido habituales en él durante lo que llevamos de legislatura.