Por Vicente J. Sanjuán
Hablaba con un funcionario del Centro Documental de la Memoria Histórica, sito en Salamanca y dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, acerca de información de archivo sobre deportados españoles republicanos/nacionales en campos de concentración soviéticos. Me remitió a unas fichas policiales del campo de concentración de Karaganda en Kazakhstán y a unos archivos de la Cruz Roja francesa sobre prisioneros de guerra de la División Azul repatriados a España en el buque Semíramis. ¿Y nada más? Nada más. Eso sí, tenemos una amplísima información sobre presos republicanos en la España de Franco y en la Alemania de Hitler. ¿Es que el estalinismo no mató españoles republicanos en la GC y en la URSS? Sigamos.
La Ley de Memoria Histórica es una ley perpetrada por Rodríguez Zapatero que, con la noble excusa de poner en valor y visibilizar la documentación y los relatos orales del bando republicano, lo que ha querido es estigmatizar a la memoria de los enemigos de antaño con un miserable fin electoral. Franco, ya sabemos, es el MAL ABSOLUTO, y la IIa República es el BIEN ABSOLUTO, ya sabemos también. Luego, si yo me declaro heredero del BIEN mis enemigos electorales son, lógicamente, el MAL. EL PSOE en concreto y la ¿nueva? Izquierda en general a falta de otros argumentos tienen tres argumentos que les suelen dar rédito electoral: Franco, la Guerra Civil y la Iglesia Católica. Y la Ley de Memoria Histórica es una ley que más que dar a conocer la voz republicana sirve para demonizar ad nauseam la voz nacional. No olviden, lectores, que en las últimas elecciones de febrero de 1936 las derechas saca- ron 4.375.800 votos (46’48%) y las izquierdas 4.451.300 votos (47’03%). Había millones de fachas en aquellos tiempos y todos eran tan hijos de Dios o del Gran Arquitecto del Universo como el resto de españoles. Sigamos.
Más allá de ser un constructo electoralista la memoria histórica es también un oxímoron (una contradicción per se). La memoria es personal y subjetiva como cada uno de mis lectores sabe mientras que la historia es una ciencia inductiva que basa sus conclusiones provisionales en datos acumulativos, objetivos y contrastables proveniente de documentos, objetos, testimonios orales o la ciencia forense. Como dice Muñoz Molina en su artículo Elogio del olvido publicado en El País : “La memoria personal no es muy de fiar, pero al menos se ejerce sobre los hechos que ha vivido uno mismo. La memoria colectiva, como dice Rieff, no existe como tal y es mucho más vaga en cuanto se alejan un poco en el tiempo (...) En la memoria histórica hay una actitud de reverencia hacia los hechos, los sacrificios, los heroísmos, de las personas que se elige recordar. Que con frecuencia esté inspirada por los ideales más nobles no la exime del peligro de la manipulación”. La Historia, ya sabemos, es campo fértil para la mentira de políticos, nacionalistas y demagogos o sofistas en general.
¿Cuál es la verdadera tragedia moral de la Guerra Civil? Que no había malos y buenos; había malos y peores. Y mucha gente normal tuvo que hacerse mala o peor, mucha gente normal tuvo que huir de España dominada por los malos y los peores, mucha gente tuvo que adaptarse a los malos y a los peores para poder sobrevivir o huir del laberinto moral español. Franco dio un golpe de estado y se calcula que como consecuencia de su régimen murieron 150.000 españoles pero bajo Azaña y su régimen murieron 50.000 españoles. Franco dio un golpe de Estado en 1936 contra el gobierno legítimo. El PSOE junto con otros partidos lo había dado en Asturias en 1934 también contra el gobierno legítimo republicano. Que Franco fuera un asesino no quiere decir que Azaña o Largo Caballero o García Oliver o Carrillo no lo fueran también pues bajo su gobierno se sacaron a los presos de las cárceles de Madrid y fueron fusilados por miles en la mayor masacre de la Guerra Civil. Esto no es memoria histórica, es historia escrita por historiadores como Paul Preston.
La memoria es otra cosa, es el derecho y el recurso contra el olvido intencionado o interesado, pero este afán de memoria es un ejercicio personal y libre de cada uno. La mejor dieta contra el olvido es la pregunta y el afán de conocimiento autónomo sin partidos que guíen lo que debemos conocer y lo que debemos desconocer u odiar.