Por César Manuel Romero
Con toda la polémica de la Ley Antitabaco se han formado dos bandos perfectamente diferenciados: el de los fumadores y el de los no fumadores. Sin embargo, hay otras posturas, como la de los fumadores que ven bien la Ley porque así les permitirá intentar dejar de fumar.
Unos dicen que la ropa no olerá a tabaco al día siguiente, vale. Otros alegan que los fumadores pasivos no meterán humo ajeno en sus pulmones, vale también (aunque me parezca una sandez elevada al nivel de verdad absoluta).
Pero, por favor, no seamos ingenuos. ¿De verdad nos quedamos sólo en esas anécdotas y no nos damos cuenta de lo que está pasando realmente?
Pues yo les explico lo que está pasando realmente: que un gobierno de izquierdas (o eso dicen) y un ministerio encabezado por alguien a quien no definiré porque ahora también van a prohibir los insultos y los tacos, están recortando nuestros derechos y libertades como les viene en gana, y además de la forma más cínica nunca vista.
Resulta que ahora sólo se puede fumar en la casa de uno y en plena calle (siempre que se cumpla una larga lista de requisitos que le quitan a uno las ganas de vivir). Ni en bares, ni en pubs, ni en cafeterías se puede fumar, pero sí se puede comprar tabaco. Da igual si arruinan a cientos o miles de pequeños negocios, muchos de los cuales aún no han amortizado las obras que hicieron para instalar zonas de no fumadores. De lo que se trata es de que quede claro quién manda aquí sin dejar de ingresar los cientos de millones anuales por los impuestos del tabaco.
Con el ya conocido como ‘cigarrón’ la gente pasa por los bares como una exhalación, o directamente ni entra. Y la mayoría de los que entran (sean fumadores habituales o esporádicos) se ven en la siguiente tesitura: si beben no pueden fumar y si fuman no pueden beber (porque también está prohibido beber en la calle). El fumercio y el bebercio, dos cosas que deberían ir juntas por decreto, ahora están obligadas a ir por separado por ley (espero que se entienda la ironía, pero lo aclaro por si acaso).
Más ‘beneficios’ de esta Ley: los ruidos y la suciedad en la calle, sobre todo a las puertas de los locales de ocio. Pero tranquilos, no hay nada que no tenga solución: multazos y más dinero a la saca. A tomar viento el descanso vecinal, ahora que la mayoría de garitos ya están insonorizados y adaptados a la normativa antirruidos. Al menos la industria farmacéutica saldrá reforzada vendiendo medicamentos contra los resfriados (y también contra los dolores de cabeza y otras contracturas en cuanto a los vecinos les dé por tirar cosas desde sus balcones para acallar a la turba).
¿Sigo? Podría, pero no tengo tiempo ni espacio ni me apetece.
Sólo una última cosa: si una Ley como ésta, que personalmente espero que la derogue el próximo Gobierno de España nada más poner un pie en La Moncloa, la hubiera ideado e impuesto un gobierno de derechas (al igual que el Estado de Alarma por el tema de los controladores), nos estarían doliendo los oídos de escuchar los gritos, reproches, lamentos y aymadresmías de todo el espectro izquierdista, con su claque de cantantes, actores, plumillas y artistas en general.
Quede claro que no soy de izquierdas ni de derechas. Y tampoco soy fumador habitual. Pero tonto, mucho menos. Ahí queda eso.