Los vándalos se ceban con la rotonda de Castalla 20 días después de su inauguración
Fue inaugurado a bombo y platillo horas antes de la Olleta y sólo ha resistido 20 días en pie. El monumento a los Moros y Cristianos que preside la rotonda de la avenida de Tibi, obra de Ángel Hernández, amaneció destrozado en la parte de las letras el domingo 20 de septiembre.
El alcalde, José Luis Prats, explicó que este acto vandálico “supone una falta de respeto para todos” y anunció que de momento no piensa ordenar que se retiren los escombros “para que todos vean el mal que se ha hecho”.
“No entiendo cómo puede haber gente que considere divertido destrozar el patrimonio local de esta forma, después de una noche desenfrenada”, añadió.
Según Prats, la Policía Local ya se encuentra sobre la pista de los posibles autores, sobre los que se va a actuar con todo el peso de la Ley.
EDITORIAL
Vandalismo en Castalla
El 31 de agosto, justo unas horas antes de la Olleta de Castalla, se inauguraba en la avenida de Tibi una rotonda presidida por un monumento dedicado a las Fiestas de Moros y Cristianos, obra de Ángel Hernández.
Cada bando está representado por su símbolo correspondiente: una cruz para los cristianos y una media luna para los moros, todo a gran tamaño; y en el suelo, justo en el límite entre el césped artificial y la gravilla, una grandes letras dejaban patente el amor de esta tierra por sus ‘Moros i Cristians’.
La rotonda y el monumento fueron inaugurados en presencia de cientos de vecinos, que contaban con alegría los minutos que faltaban para el pistoletazo de salida de las fiestas en honor de la Virgen de la Soledad. Una gran mascletà sellaba el acto y aquella misma noche la rotonda comenzó a brillar.
Veinte días después, esa alegría se ha convertido en tristeza y rabia al ver cómo unos desalmados, amparados por el envalentonamiento que da el alcohol y posiblemente otras sustancias durante las interminables noches de marcha y desenfreno, han destrozado una obra de arte que no ha llegado ni a cumplir su primer mes.
Parece que para algunos la diversión consiste en ensañarse con el mobiliario urbano y, de paso, ciscarse en la memoria de sus paisanos, en sus sentimientos, creencias y tradiciones.
Ahí quedarán, tirados por el suelo, por deseo expreso del alcalde, los despojos de un monumento al que los más agoreros daban incluso menos días de integridad, tal era su profundo conocimiento de la naturaleza humana.
Y los destrozos no se retiran, de momento, sólo por un motivo: para que todos tengamos presente de lo que son capaces algunos de nuestros vecinos y abramos los ojos para que no vuelva a pasar algo así.
De paso, a ver si a los autores se les cae la cara de vergüenza, si es que la conocen.
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