Se puede. Por supuesto, si habla usted con un liberal de pro o con la mayoría silenciosa que acata esta lógica ilógica de que cada año habría que aumentar la curva de beneficios de todas las empresas, le dirán que es imposible. Que estamos en una economía de mercado, que lo contrario sería la antigua Unión Soviética, caer al abismo…
En realidad, el sistema que nos han impuesto se basa en la economía financiera, no en la productiva ni de mercado real, de intercambio de mercancías y servicios con la herramienta tan útil que es la moneda.
En cambio, las finanzas no dejan de ser un eufemismo para justificar que unos pocos acumulen riqueza sin necesidad de dar un palo al agua. ¿Qué producen los inversores en Bolsa? Nada. ¿Qué aportan al bien común, al progreso de la sociedad? Si les va bien, o sea, a los grandes que manejan el cotarro, se limitan a llevárselo crudo a paraísos fiscales.
Pero podemos darles esquinazo, porque los pequeños, los insignificantes del mercado, somos la inmensa mayoría. Y no nos queda otra que regresar al verdadero mercado, el mercadillo, como ese de Castalla los sábados por la mañana. Ahí tenemos el primer paso: para alimentarnos, que es lo realmente básico y necesario, nada de grandes superficies, ni supermercados casi, compremos al llauro de tota la vida, el que cultiva media hectárea de hortalizas. El pescado, en los mercados de abastos, y buscando especies de la tierra… perdón, del mar, claro, pero de las que se capturan en nuestra costa mediterránea, ese que llaman de bahía y es un poco más caro.
¿Y la carne? Ahí hace falta una reconversión económica a gran escala, porque nuestras granjas son industriales y nos inflan de Omega 3 por la lógica de la rentabilidad y los piensos inmundos. Pero de esos casi seis millones de parados, bien podrían unos pocos dedicarse a la ganadería. Y ya advierto de que también pagaríamos la carne a un precio más elevado, pero estaríamos sanos y algunos de nuestros vecinos saldrían del paro.
Una vez alimentados, para el resto de nuestras necesidades habría que autoimponerse también comprar español, consumir productos de aquí. Nada de camisas baratas fabricadas con semiesclavos indios, abajo el ‘todo barato’, y las marcas pijas que también producen en Asia. En general, nuestro IPC se dispararía momentáneamente, con precios reales de lo que cuestan las cosas sin lumpen, pero con el potencial de consumo de cuarenta y pico millones de españoles harían falta muchas más industrias y empresas.
En cuanto a la prima de riesgo, léase chantaje de los grandes especuladores, una buena patada en el culo para ellos. Todos los ahorradores se llevan su pasta a deuda pública, y los infortunados canjean sus cuotas participativas, preferentes y demás bagatelas de esa gran estafa legal bautizada como “productos tóxicos” también por valores del Estado. Ya. Y por el 100% de su valor.
Primero, consumir español. Luego, cuando sobre dinero en los bolsillos, ya compraremos fuera, y siempre cosas que no tengamos aquí. ¿Chauvinismo? No, autosuficiencia.